CARTA 1
17
de septiembre 1914
Querido Dimitri:
¿Qué tal estas? ¿Qué
tal tu hígado? Me hubiera gustado escribirte antes, pero me ha sido
imposible.
Te escribo desde el
hospital del ejército, pues tuvimos un problema. Nada más llegar
nos dividieron en el I Ejército y el II Ejército, a mí me ha
tocado en el segundo ejército para ir al frente.
Nos trasladaron a Prusia
Occidental cerca de Tannenberg. Allí entramos en guerra con los
alemanes y fue todo un desastre porque exterminaron prácticamente a
todo el I Ejército y algo del II Ejército.
Yo tuve la buena suerte,
dentro de lo que cabe, de haber salido herido por el disparo de un
maldito mortero de esos cabrones alemanes. Por suerte, solo me rompí
un brazo, una contusión en el cuello y me tuvieron que amputar un
dedo de la mano porque se me había gangrenado, y claro, por todo
eso, terminé desmayándome por el intenso dolor.
La batalla duró cuatro
días por suerte. Al ver que mis lesiones eran más leves que las de
los demás me hicieron volver a formar con el ejército para ayudar
en la búsqueda de alimentos y para recoger cuerpos o supervivientes
en mal estado. La verdad es que es una experiencia terrible pero
única, si pudiera elegir no volvería a repetirla.
En los barracones no se
respira muy buen ambiente, esto es horroroso, nos estamos
desnutriendo y por las noches es imposible dormir pues pasa todo el
tiempo pensando en cosas muy pesimistas, tristes y dolorosas. La
única gracia que hay es con mi nombre por la rima de Vladimir una…
y a dormir, la verdad es que estos para las rimas así son un poco
cabroncetes pero bueno estamos todos muy unidos. El sacerdote viene
todos los días por las noches a los barracones para confesar y dar
apoyo a todo aquel que lo necesita.
Bueno, espero recibir
noticias tuyas pronto, y que vayas mejorando de tu enfermedad del
hígado.
Un fuerte abrazo y
escríbeme lo antes posible.
Vladimir.
CARTA 2
7 de octubre de 1914
Querido Vladimir:
Mi enfermedad no termina de
remitir, yo creo que cada vez estoy más afectado y no sé cuánto
tiempo resistiré.
Las cosas por aquí están
mal. Hay mucha vigilancia militar y los alimentos escasean. Muchos
comercios han cerrado y sólo hay dos formas de adquirir alimentos,
bien mediante las cartillas de racionamiento, o a través del mercado
negro. Además tengo muchos problemas para poder encontrar la
medicación que necesito.
Ojalá pudiéramos
encontrarnos pronto y salir juntos de esta mala racha que tenemos
como siempre lo hemos hecho. Me encantaría poder estar contigo en el
frente eliminando a esos mamones alemanes e intentando ayudar a la
Patria. Te echo mucho de menos.
Por mí no te preocupes
pues la vecina del primero está pendiente de mí. Ella me cuida y yo
a cambio le hago compañía pues está muy sola. Su hijo ha
fallecido, hace un mes, el muy loco empezó a manifestarse contra la
guerra y contra nuestro gobierno, y cuando fueron a arrestarle, le
pegó un cabezazo al policía que fue a detenerle, y al intentar huir
le metieron un balazo en la espalda.
Moscú se ve muy triste. Ya
está cerca el invierno, y es imposible conseguir algo de madera para
poder calentar las viviendas. Menos mal que nuestra casa es muy
pequeña, porque en las grandes residencias están metiendo tres o
cuatro familias por vivienda.
Espero ir recuperándome
poco a poco y poder incorporarme contigo al frente, pues a pesar de
todas las penurias, lo que peor llevo es estar separado de ti.
Bueno, ya me tengo que
despedir. Espero recibir noticias tuyas pronto. La mejor sería que
te dieran unos días de permiso y pudieras venir unos días a Moscú.
Un abrazo,
Dimitri
CARTA 3
26 de octubre de 1914
Estimado Dimitri:
Soy Iván Karpenko,
compañero de tu hermano Vladimir.
Te escribo compungido para
informarte de que tu hermano Dimitri ha muerto.
Estábamos los dos en una
misión de búsqueda de supervivientes. Nos indicaron que tuviéramos
especial cuidado dado que en la zona donde nos tocó inspeccionar
estaba plagada de minas.
Llevábamos los dos mucha
precaución, y estuvimos caminando durante toda la mañana. Como no
dábamos con ningún soldado le dije que regresáramos al campamento,
pero él quiso seguir intentando encontrar a alguien pues decía que
si algún soldado estaba mal herido no sobreviviría si alguien no lo
encontraba.
Él se adelantó, y antes
de que pudiera alcanzarle pisó una mina y sucedió lo peor. Me
siento triste y en cierto modo culpable, pues pienso que si me
hubiera hecho caso nada hubiera pasado.
En las noches frías que
pasábamos en los barracones me hablaba mucho de ti, no dejaba de
decirme las ganas que tenía de volver Moscú para estar contigo y
poder cuidarte.
Me gustaría ir a visitarte
y poder conocerte en persona para charlar y contarnos cosas sobre
Vladimir. Además tengo que entregarte sus cosas personales.
Espero conocernos pronto.
Recibe un afectuoso saludo.
Iván Karpenko
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